viernes, 20 de octubre de 2023

Reseña: Violence Voyager.

Siendo los últimos días del verano, el joven extranjero Bobby y su mejor amigo Akkun deciden seguir una ruta montañosa a las afueras de donde viven para visitar la aldea cercana en donde otro de sus amigos se a mudado, no obstante ignorando las advertencias del extraño aun si amigable anciano Lucky Monkey, el anuncio de un parque de diversiones oculto entre las montañas los invitara a un viaje a un infierno del que no saldrán los mismos que entraron... si es que llegan a salir en primer lugar. Con esta premisa empieza el trabajo pasional de la retorcida mente de un artista que tomándole tres años en completar prácticamente todo por su cuenta, nos presenta una retorcida historia de crecimiento en una experiencia distintivamente única por su particular forma de animación, que no oculta para nada los grotescos horrores y aciagos destinos que esperan a los protagonistas.

Siendo la tercera película trabajo de las manos del peculiar animador independiente que se a hecho conocido bajo su seudónimo de Ujicha tras varios cortos, ademas de The Burning Buddha Man en 2013 y Fool Japan: The ABCs of Tetsudon en 2014, Violence Voyager es una cinta que viendo la luz del día por primera vez en 2018 sigue rompiendo ciertos conceptos populares para apostar por una identidad propia mas perteneciente a la escena alternativa, que tomando el nombre de gekimation en referencia a gekiga o mangas solo para adultos, mezcla elementos del teatro de papel, títeres y animación en su producción. Con una duración aproximada a la hora y veinte minutos de experiencia que se puede encontrar tanto en japonés como doblada al ingles, esta obra es animada, editada, dirigida y guionizada por el mismo Ujicha que estuvo trabajando principalmente desde su oficina/departamento, esta obra conto igualmente conto con los productores Reo Anzai y Kimitsugu Ueno, sin olvidar la participación del compositor Jean Paul Takahashi en su banda sonora.

Siendo fuertemente influenciada tanto en estilo como narrativamente en películas de serie B de los años setenta u ochenta, estamos ante una historia que iniciando lentamente presentándonos la clase de amistad que Bobby y Akkun comparten sin ninguna preocupación en el mundo como simples niños esta eventualmente se transforma en una frenética y creciente obra en donde las adversidades que deberán enfrentar cambiaran a estos amigos de forma irreversible. Equiparando con un retorcido sentido del humor ideas superficiales de crecimiento personal, la perdida de la inocencia y el paso a la adultez con horribles mutilaciones, muertes y mutaciones una vez quedan atrapados en el supuesto parque de diversiones, estamos ante una casa de los horrores que no duda en eliminar cruelmente a varios de sus prepúberes participantes de maneras que buscan dejar una impresión en el espectador del horror de los experimentos humanos que ocurren aquí. No es perfecta, que para el lento inicio de la experiencia los eventos que le siguen toman tantas prisas que evitan cualquier mayor apego hasta el agridulce final, pero al menos sabe potenciar su sencilla narrativa con los demás elementos de la surreal visión de su peculiar autor.

Si algo se destaca desde el primer minuto de esta obra es el particular medio de animación que se a usado en su producción, que el así llamado gekimation nos presenta miles de detallados escenarios y personajes pintados a mano en recortes de cartón, que cual marionetas y dioramas fueron lentamente animados para tener un limitado pero bastante propio sentido del movimiento que con prácticos efectos especiales como arrojarles líquidos de toda viscosidad o simplemente prenderles fuego va presentándonos su espectaculo de permanentes deformaciones corporales, crueles muertes infantiles y absurda violencia que va escalando drásticamente conforme va avanzando el tiempo en la película. Entre el folclórico yamishibai y algunos de los primeros intentos de animación en Japón por eso de los años setenta, esta reinvención de clásica animación calza con la extraña historia de ciencia ficción salida del cine B que quiere contar con sus antinaturales expresiones y proporciones.

Por su parte la banda sonora en general es funcional si bien poco memorable con sus mínimas melodías que van entre lo cotidiano a la ciencia ficción en sus contadas apariciones, prefiriendo dedicar su tiempo mas a los desagradables pero apropiados efectos de sonido que acompañan los horribles acontecimientos que transcurren en sus ochenta y cuatro minutos de duración, que desde viscosos líquidos a ecos metálicos dan vida a sus escenas. Algo destacables es el como sus diferentes doblajes ofrecen curiosas variaciones de la misma experiencia, con la versión americana de las voces capturando una surreal comedia que calza con las referencias a la ficción de serie B, mientras la versión original en japonés nos sorprende con un cast de populares seiyuus en la industria del anime como Aoi Yuki, Naoki Tanaka, Shigeo Takahashi, o Daisuke Ono por nombrar solo algunos.

Si bien para las ideas de lo grotesca que es como experiencia no me resulto tan especialmente cruel ni cercana al eroguro como leí en un principio, que gore tiene por su puesto pero incluso la contada escena de desnudo resulta para nada sugerente, su horror algo anticuado, casi salido de la era de la explotación a sido algo que disfrute mayormente por lo diferente del arte en que se plasma. Sin ser completamente animación ni live action, este es un trabajo autoral que como pocos solo se puede clasificar como si mismo. Personalmente me ahorro el recomendarla por que sabrán ustedes si tienen el estomago para querer verla, pero si realmente están buscando en estas fechas algo extraño y diferente quizás quieran darle una oportunidad, que honestamente esto tiene todo para tarde o temprano terminar con la etiqueta de obra de culto si esta en tu nicho de interés.

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