El año es 2005 y una serie de desapariciones infantiles pone al mundo de cabeza, con los pocos que regresan contando extrañas historias de mundos paralelos. Uno de estos niños es Hana Yamaguchi, quien a nada de morir en una tierra alienigena termina con su vida siendo salvada por un simbionte que se convierte en una cola parlante para ella. Conociendo a otros niños con colas, Hana se une a la autoproclamada legión macro-cósmica de niños invencibles en sus tareas de búsqueda por otros desaparecidos. Sin embargo, las cosas son mucho más extrañas y peligrosas de lo que creen al saltar entre universos. Con una premisa que nos lleva de lleno a su surreal y a ratos incomoda historia de crecimiento personal entre toda clase de horrores de ciencia ficción, el día de hoy dedico esta entrada para escribirles de una lectura que con una apariencia adorable no teme meterse bajo la piel de sus lectores.
Publicada originalmente de manera mensual en las paginas de la revista seinen Afternoon entre enero del año 2000 y agosto de 2001, Milk Closet es la tercera obra escrita e ilustrada por el particular mangaka Hitoshi Tomizawa a quien más se le conoce por su afamado trabajo previo, Alien Nine. Ayudando a solidificar las características del estilo que llegaría a caracterizarlo como autor desde sus inicios como un asistente y aprendiz de Keisuke Itagaki, contrastando diseños de personajes bastante moe con narrativas extrañas y hasta crueles a la hora de explorar sus mundos de fantasía; a lo largo de unos 20 capítulos que eventualmente fueron recopilados en un total de 4 volúmenes de tankōbon, esta es una obra que si bien deja a sus lectores con opiniones divididas, se las ingenia para seguir interesante de principio a fin.
Siendo una de esas historias que nos dejan con muchas más preguntas que respuestas sin importar cuantos capítulos hayamos leído, al punto de que es haber tenido que leerla un par de veces para más o menos hacerme de una idea de lo que trata, Milk Closet es una obra que empezando como un misterioso relato de niños saltando entre los peligros diferentes realidades nos sumerge abruptamente en la ecléctica y extraña construcción de su mito de la creación. Siguiendo de una manera un poco más optimista los pasos de Alien Nine a la hora de presentarnos la idea del paso de la infancia a la adultez de una forma incomoda y brutal, representando los cambios físicos y mentales usuales de la pubertad en la forma de mutaciones, simbiosis, parasitismos y otros angustiosos fenómenos fuera del control de sus protagonistas, este manga nos invita a seguir el caótico y confuso viaje de seres inmaduros que buscan que sus universos no mueran antes de poder madurar. Creando un viaje donde al final nadie terminara siendo exactamente el mismo que comenzó esta aventura. Enmarcado todo esto por un detallado y limpio trazo que disfruta de llenar sus paginas con toda clase de personajes adorables, insectos gigantes y fantásticas criaturas marinas, el arte de Hitoshi Tomizawa destaca por el contraste entre su apariencia inocente y la brutalidad que puede llegar a manejar. Aun si he de admitir que para lo que se ve hoy en día, la desesperación y violencia grafica de este manga de hace un par de décadas resulta bastante comedida.
Surreal y extraña de principio a fin, la espada de doble filo para Milk Closet es el como se le hacen poco sus limitados 20 capítulos. Que por una parte es una serie de frenéticas ideas interesantes y caóticas que tienen al lector dudando constantemente de lo que pasa por toda la experiencia, pero al mismo tiempo carece de pausas como para digerir el horror o la esperanza de sus implicaciones para convertirlo en algo que resulte realmente memorable. No esperen una gran profundidad o algún mensaje que vaya a cambiarles las vidas, pero ágil y cuanto menos entretenida como para terminarla en una tarde, este manga es cuanto menos una lectura curiosa que tener entre manos. Si buscan algo de horror corporal para estas fechas, esta historia de asimilación y crecimiento tiene toda mi recomendación.
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